Y resulta que el [censored] es el [censored].
¡Qué ironía, vaya!
Y qué tristeza, qué tristeza, qué.
Yo quería y quiero. Un coso simple
y ciertamente introspectivo.
Y mirá qué encontré. Es el [censored].
No puede luchar
ni rajar
ni gritar
ni dejarse el cuello
ni arrancarse las uñas
ni las pestañas,
no sabe lo que es
esa actividad tan suave y dulce
de mirar el cielo
aunque no tenga nubes,
esa deuda externa,
ese mayúsculo sacrificio.
No sé, no sé.
Las voces de mi cabeza son cuchillos
afilados y sangrantes
de [censored]
cuando dicen
-sin riesgo a equivocarse-
que no es el coso adecuado.
Ay pero qué lucha a pequeña escala,
qué pérdida de tiempo y de esencia,
de bohemia, de amor propio.
Pero qué cuchillos, [censored].
Por favor, basta.
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