martes, 5 de abril de 2011

Atardeceres en el Golden Gate.

El poema más bello del mundo
lo he leído sólo tres veces.
El autor del poema es difícil de determinar.
Cuando lo leo soy yo,
pero él tiene o tenía su vida, no sé si ya falleció,
vive o vivía lejos, muy lejos,
comparte o compartía amigos y risas,
es o era feliz aunque escriba o escribía poemas tristes.

Es tan complicada la dualidad de la relación tridimensional
autor-papel-lector y cómo el segundo elemento ejerce
un poder tan importante como para llegar incluso
a transformar al autor en el lector.

Pero tampoco hace falta ese elemento, a veces.
A veces la fusión puede cumplirse porque sí, porque es y basta.

Era un poema tan hermoso que no quiero recordarlo,
ni volverlo a leer, porque la mente lo va lamiendo
"hasta darle una suavidad satisfactoria"
y pierde la belleza, hasta pertenecer a un mecanismo memorístico,
aburrido, criminal.

Hoy he escuchado otra cosa hermosa, que no es ese poema,
pero que también puede hacer llorar, de alergia, de nostalgia,
de tristeza, de opresión, de pérdida, de deseo, de chau.
"Hay que ir a Santa Bárbara o a Santa Mónica,
es tan parecido a Valencia, pero es diferente,
allí los atardeceres son más rojos,
el Golden Gate es rojo para mimetizarse con las puestas de sol".

Pero cómo duele, porque yo iré a Santa Bárbara
e iré a Santa Mónica, y veré millones de atardeceres
rojos y bellos, me sentaré en medio del cielo rojo,
y tal vez me quede allí quieta, mirando el agua,
mucho, mucho tiempo.
Qué felicidad pero cómo duele, ¿no?

2 comentarios:

  1. CÁSATE CONMIGO SI P*** NO ACEPTA

    Jajajaj
    (Carlos, que sé que pasas por aquí, ES BROMA LO DE P***) Pero María, tú ya sabes.

    Estaba un poco apenada con lo de tu cirncunstancialidad como fama, pero esta entrada me ha gustado tanto...
    Duele, sí.

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  2. jajajajajajaja P*** jamás aceptaría amarme, y además yo no estoy dispuesta a cargar con una criaturita de cinco años! aunque si es su hijo seguro que lo dejas en un isla desierta y sabe sobrevivir hasta al día del Juicio.
    Y bueno, las circunstancias puede que me hagan fama, pero sólo a ratos.

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