Sí, el tiempo se escapa y duele.
Ahora me hace feliz pensar en pequeñas cosas de mi vida,
un caballete que solo conoce el parque de los Viveros y la playa,
un cuaderno de colores que solo conoció un lápiz de Hello Kitty,
un cuaderno negro que solo conoce mi pluma,
un mapamundi muy grande marcado con chinchetas verdes y azules,
tres fotos por este orden: París, Praga, Buenos Aires.
Besos rojos, rosas y negros en el espejo
solo cuando tengo un examen dentro de una hora,
tirar la casa por la ventana, literalmente,
cuando casa es voz que grita hasta doler: "¡Feliz año, vecinos!"
y resuena por todo el barrio.
Hay tantas cosas que te pueden hacer omnipotente.
Una sonrisa, dos, tres. Un, "¿qué tal?", "¿cómo ha ido el día?",
un, "¿y tú?".
Son cosas bonitas.
Por eso yo siempre sonrío una, dos, tres veces.
Y siempre digo: "¿qué tal?", "¿cómo ha ido el día?", "¿y tú?".
Ahí está el secreto.
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