Seguimos aquí y ahora, me equivoqué de boca de metro.
Las consecuencias suceden a las causas y nadie se salva, la vida es una cadena a veces discreta y a veces evidente. Cada paso viene de otro anterior, uno puede dar un giro a tu vida. No sé si es positivo o devastador saber esto, que nadie se salva de la sucesión de acciones imperceptibles, que van derivando, derivando, abandonando en cada microsegundo infinitas posibilidades. En realidad, tiene su punto terrible si nos consideramos atados, subyugados a movimientos que no advertimos pero que son insoslayables, que van unidos al sístole y al diástole, a la simple existencia. Las decisiones van ocurriendo sin pausa constantemente y tan seguidas que no son decisiones, son la vida, el presente inmediato, el ego, hic et nunc. No tenemos voluntad, ignoramos los mecanismos internos de la vida, somos demasiado brutos, ignorantes y poco meticulosos, vivimos el tiempo en la gran escala de los segundos. ¿Qué sucedería si detectáramos los instantes en su medida más ínfima y pudiéramos ser realmente conscientes de la inmediatez? ¿La vida sería un flujo o un collage, limitado a nuestra capacidad intelectual y abocado a un final por la extenuación de sumar instante con instante?
Hoy me equivoqué de boca de metro, y de ello sale esta reflexión
y un poco de miedo.
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