Lagartijas brillantes recorren mi cuerpo,
lo acarician con sus pasitos breves
y un hormigueo de euforia late
como una bomba
entre mi piel y sus escamas.
Entra el sol por mi balcón
y ellas se agitan en felices impulsos.
Ojalá me habiten mucho tiempo más
con sus colores imposibles
y me acompañen hasta el futuro
y su magnánimo triunfo,
entre su dicha infinita.
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