miércoles, 26 de enero de 2011

Sólo hay un camino.

A fin de cuentas, sólo hay un camino.

El año que viene no habrá Madrid, ni café Gijón.
No habrá Salamanca, porque no puedo.
Y no habrá Granada, ni ir al despacho de García Montero a que me firme su libro,
ni desear desesperadamente que sea mi profesor,
ni poder preguntarle qué es ser un poeta.

El año que viene quizás me encuentre con la Barcelona de Javier Miranda,
o la Barcelona de Paul-André Lepprince, mejor, porque si está él, mejor.
O los dos. Porque estaban los dos juntos cuando los encontré.
Yo quiero ver a Lepprince si voy a Barcelona.

Aunque no quisiera aceptarlo, yo quería ir a Granada para encontrarme con Montero y con los demás poetas de la experiencia.
Para poder hablar de tú a tú con alguno de ellos, pero en realidad sabía que no iba a poder ser.
No lo sé, lo sabía.

Pero sí que veía Madrid, y las calles de Madrid, y las gentes de Madrid, y tal vez a Sabina.
O tal vez a esos poetas tan maravillosos que se reúnen en el café Gijón desde la Guerra Civil,
y pensando muchas veces cómo me iba a plantar en el café con una camiseta de los Beatles, qué cara pondría la gente, yo pensando muchas cosas.

Y a Madrid iré, con una camiseta de los Beatles iré y entraré en el café Gijón, intentaré reconocer los rostros que tantas veces he visto impresos. Pero no iré para quedarme. No iré para tomarme un té de jazmín todas las tardes o un café con leche. Me duele, porque el día que entre en el café, ellos estarán en el Retiro paseando o en sus casa porque hará frío, pero si hubiera estado meses y meses, quién no me habría asegurando que algún día no los vería, relucientes, recitando poemas que he leído y que seguiría desde la mesa de al lado con el libro entre las manos.
Es una lástima, Madrid. Madrid llora porque no es importante ahora, y está lejos de mí.

Pero Barcelona... Barcelona no me mira a los ojos. No sabe si darme la espalda o esconderme entre la mampostería del parque Güell. Y no estará Lepprince, porque murió asesinado, y no estará Miranda porque se fue con María Coral a las Américas.

Benditas Américas, no quiero pensarlas. Porque ningún lugar de España sería suficiente para mí.
No, yo no quiero Barcelona. No quiero Salamanca, ni Granada. Ni Madrid.
Yo quiero aires porteños. Yo quiero ir a mi paraíso.

Yo quiero llorar de felicidad en la Avenida 9 de Julio.

3 comentarios:

  1. María, me has hecho llorar.
    Me voy a hacer la siesta y a recomponer tu entrada en la cama.
    El mundo es tuyo pequeña.
    Luego hablamos.

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  2. De verdad, es como un paseo por las divagaciones de este curso, por los personajes que hemos conocido y los lugares a los que hemos viajado desde casa...

    Solo te diré...


    Lepprince gggrrrgggrrrh

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  3. ¡Actualicé preciosina!
    Pero no sé si entenderás algo de mi sintaxis abrupta e inconexa, porque llevo un cacao mental... nada, que no hay manera de caer en los brazos de morfeo!

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