domingo, 29 de enero de 2012

En el paralelepípedo de nombre repugnante

No sé, quizás la solución esté en el día a día,
quizás todo son señales que nos negamos a aceptar por ser extrañas
y tal vez no vengan a cuento. Y tal vez perdamos, ¿pero qué?
¿Qué perdemos? Lo pienso continuamente pero mi respuesta siempre es la misma.
No perdemos nada, o un poco de vergüenza. Un poco de rutinaria complacencia.
Quizá ganemos un desaliento.
Pero si no lo hacemos puede ser que perdamos algo único,
un giro inesperado. También es probable que nos salvemos de ese desaliento.
Y ahora es el momento en que recuerdo el porqué de todo, el "nuncatesalves".
La gran frase con que me alentó un viejo compañero al que he dedicado todas mis esperanzas.
"¡Rómpele la cabeza a ese mono!", me aconsejó, y fue lo más cierto
de cuanto jamás oí.
Como prometí cuando me lo dijo, le romperé la cabeza.
Y si gano un desaliento, o si pierdo mi orgullo, solo puedo decir
que vendrán tiempos mejores.
Por favor, nunca me olvides.

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