Hace tiempo ya se gestaba un comienzo, un comienzo que se abre hoy y se consume un día que aún no sé, para dar paso a lo que va detrás del comienzo.
Yo (¿como autora, como voz, como narradora?) siempre estoy hablando de comienzos, pregonando constantemente la revolución y los puntos de partida.
Pues bien, hoy es diferente. Hoy el comienzo no viene por voluntad propia sino por imposición ajena. De alguien, de algo, de muchas cosas, de un determinismo menos rancio y más sorprendentemente capaz.
Mi evolución es clara, mi forma de pensar, de encarar un texto, mi espíritu crítico más ácido por ser más sabio (poco a poco).
Corren los días y ya me veo capacitada para crear algo interesante, y con ello se inaugura un comienzo.
Y no estoy conforme porque están apareciendo demasiados "yo", demasiadas huellas indeseables si no se pretende hablar de uno mismo (¿para qué, en literatura?). Sin embargo, es una negligencia necesaria para enmarcar el contenido en una forma, para poder comunicar.
El segundo comienzo empieza quizá un poco más tarde pero certeramente, y no es más que una liberación no tan metafórica, una consciencia, una fuerza, una valentía, una madurez.
No entiendo el temor al paso del tiempo, cuando siempre trae sabiduría.